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México, el vecino en donde desaparece el extranjero

La cantidad de estadounidenses desaparecidos en territorio mexicano ha crecido más del 37 por ciento, de acuerdo con lo investigado por Calibán.

Pese al reconocimiento de los buenos lazos de amistad que nuestro presidente presume tener con Estados Unidos, el actual sexenio suma 255 norteamericanos desaparecidos en el país.

Quizá sea porque esta administración pone más empeño en la atención a las víctimas… quizá. Lo cierto es que durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) fueron 185 los estadounidenses desaparecidos en nuestro país. En el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) fueron 62. Esto de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).

Los estados en donde hay mayor persistencia de este fenómeno son Tamaulipas (oootra vez), con 56; Jalisco y Nuevo León, con 35 cada uno, y Baja California, con 23.

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El 15 de abril reportó REFORMA que tres marineros estadounidenses estaban siendo buscados en Sinaloa. De acuerdo con la información de la Secretaría de Gobernación (Segob), la entidad suma 4 estadounidenses desaparecidos (los datos fueron consultados el 16 de abril).

Los navegantes norteamericanos se habrían extraviado al salir de la ciudad portuaria de Mazatlán de camino a San Diego, California, lugar a donde nunca
llegaron.

Esta desaparición pudo deberse a fallas de logística en la navegabilidad del mar. Sin embargo, el extravío sucedió casi un mes después de que cuatro estadounidenses fueron sustraídos por miembros del crimen organizado en Matamoros, Tamaulipas (el 3 de marzo del 2023).

El miércoles 12 de abril, los dos estadounidenses que sobrevivieron al atentado narraron su experiencia a CNN. Fue la primera vez que hablaron de este hecho a medios norteamericanos.

Eric Williams, uno de los sobrevivientes y quien se veía en silla de ruedas, contó que solo estaban buscando una calle cuando comenzaron a ser baleados por
los miembros de Los Escorpiones, facción del Cártel del Golfo.

Contó que cuando comenzó la ráfaga dos de sus compañeros saltaron corriendo de la camioneta en que viajaban… pero fueron alcanzados por las balas. Williams también refirió que en su intento por huir se pasó al asiento del conductor, pero que fue herido de bala en ambas piernas. De hecho, cuando estaba brindando su testimonio se le veía sentado en silla de ruedas.

También contó que cuando fueron atacados y obligados a subir a la batea de una camioneta (el video fue ampliamente difundido), observó a sus compañeros heridos. Recordó que uno de ellos dijo que los amaba a todos y murió en el lugar.

McGee, otro sobreviviente, contó que conversó con uno de los fallecidos. Refiere que todo el tiempo habló con la persona herida y que le pidió perdón por pedirle que lo acompañara a México.

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Más allá de lo significativo de estos casos (y lo morboso que le pudiera parecer a algunos), conviene invitarnos a hacer el cuestionamiento de la relación que tiene el crimen con el extranjero, con la persona que no es de aquí.

No estoy diciendo que la violencia no sea brutal para con el nativo (siempre lo es y a veces hasta más), sino que me pregunto qué sensación le causa al extranjero visitar un lugar pensando que puede desaparecer. ¿Miedo, incertidumbre?

El sociólogo Daniel Feirstein en el estudio que ha hecho acerca del genocidio (a partir de experiencias históricas como el nazismo y el proceso de reorganización
nacional argentino) se cuestiona acerca de cómo la desaparición, el aniquilamiento, la negación de sujetos llevado a la práctica social, tiene como resultado la destrucción y reconstrucción de relaciones sociales.

Sin pretender responder en este breve escrito, invito a hacer el cuestionamiento: luego de la desaparición de extranjeros en un país vecino, ¿qué nos queda?

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